La biblia que leyó Jesús: textos sagrados y contexto histórico

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En la rica tradición del pensamiento judeocristiano, resulta fascinante comprender cuál era el texto sagrado que consultó Jesús en su predicación y enseñanza. Lejos de la versión actual de la Biblia cristiana, el rabí de Galilea se basó en un conjunto de libros que hoy conocemos como el Tanaj o Biblia Hebrea. Este canon, compuesto por la Torá, los Nevi’im y los Ketuvim, fue la base de sus reflexiones y parábolas, constituyendo la columna vertebral de su mensaje de amor, justicia y fraternidad.

Para abordar de modo profundo y riguroso el estudio de las escrituras en tiempos de Jesús, hay que considerar el contexto histórico, lingüístico y cultural de aquel entonces. En este artículo, según la legislación vigente en Argentina, exploraremos las distintas dimensiones de los textos sagrados de la época, las traducciones que existían, los debates rabínicos y el alcance que tuvieron en la formación de la tradición cristiana primitiva.

Contexto histórico de las escrituras judías

En el territorio de Judea y Galilea, bajo el dominio romano, la práctica religiosa se apoyaba en la lectura pública de la Torá y en la enseñanza de las sentencias de los profetas. Los fariseos, saduceos y esenios disputaban los sentidos de cada pasaje, pero coincidían en la aceptación del conjunto de libros que Jesús recitó y comentó. Vivir en la frontera de imperios y culturas (helenística, persa, babilónica y egipcia) generó un crisol de interpretaciones que realzó la importancia de la ley mosaica y de las profecías mesiánicas.

Además, la experiencia comunitaria en sinagogas y el sistema rabínico de alumnos y maestros (“talmidim”) contribuyeron a que Jesús aprendiera hebreo, arameo y griego, facultándole para relacionarse con diversos públicos. El uso de la lengua aramea –materia prima de muchas de sus parábolas– refleja cómo las Escrituras no solo eran leídas, sino adaptadas en la prédica popular.

El canon judío en tiempos de Jesús

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El corpus que Jesús manejaba se articulaba en tres grandes secciones:

  • Torá (o Pentateuco): Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
  • Nevi’im (Profetas): Josué, Jueces, Samuel, Reyes y los Profetas Mayores y Menores.
  • Ketuvim (Escritos): Salmos, Proverbios, Job, Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester, Daniel, Esdras-Nehemías y Crónicas.

Este cuerpo textual, comúnmente llamado Biblia Hebrea o Tanaj, se convertía en el referente principal de la prédica de Jesús. Sus seguidores lo reconocieron como autoritativo, pues cada relato, cada salmo y cada pasaje memorial servían de base para las parábolas, las curaciones y los cuestionamientos éticos que el maestro galileo exponía.

La manera en que se agrupaban los libros variaba ligeramente de una comunidad a otra, aunque el núcleo era inalterable. No obstante, algunos movimientos religiosos, como los esenios, tenían colecciones adicionales (p. ej., los Rollos del Mar Muerto), pero esos textos no formaban parte de la corriente principal a la que Jesús pertenecía.

Características del texto sagrado que consultó Jesús

El Tanaj posee rasgos propios que influyeron notablemente en la predicación de Jesús. En primer lugar, su estructura poética y narrativa promueve un diálogo continuo con la experiencia humana. Las genealogías, los cantos, las metáforas y las leyes conforman un compendio capaz de hablar tanto al alma como a la razón.

Sus principales particularidades son:

  • Lenguaje con doble nivel de lectura: literal y alegórico.
  • Uso de imágenes extraídas de la naturaleza: rebaños, sembrados y viñas.
  • Presencia de letanías de sacerdotes y levitas en el culto público.
  • Ejemplos de justicia social y atención al vulnerable (huérfanos, viudas, extranjeros).
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Jesús se apoyó en esas características para articular sus enseñanzas. Por ejemplo, cuando hablaba de “buena semilla” retomaba directamente las metáforas agrícolas de las Escrituras. Y su crítica a la hipocresía religiosa remite a pasajes donde los profetas denunciaban rituales vacíos sin solidaridad.

De este modo, el texto sagrado de la antigüedad se transformó en la base de un sistema moral que priorizaba la ética sobre la mera observancia formal.

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Influencias culturales y lingüísticas

En la Palestina romana convergían distintos idiomas: el hebreo litúrgico, el arameo coloquial y el griego koiné. Este mestizaje lingüístico hizo posible que algunas traducciones –por ejemplo, la Septuaginta– circularan con fuerza. La versión griega, ampliamente usada en la diáspora judía, influenció igualmente a Jesús, quien sin duda la conoció y en ocasiones citó fragmentos extraídos de ella.

Por otro lado, la cultura helenística había impregnado la región con pensamientos filosóficos que dialogaban con las ideas monoteístas. Conceptos como el de Logos (la Palabra) tuvieron un eco particular en círculos judeocristianos posteriores, pero en los tiempos de Jesús empezaban a germinar en la teología popular. Estos intercambios enriquecieron el modo de comprender la revelación divina y la misión del Mesías.

Algunas de las corrientes culturales más relevantes fueron:

  • Filosofía estoica: resaltaba la virtud y el dominio personal.
  • Sabiduría egipcia: oficinas de escribas y escuelas de sabios intercambiaban saberes.
  • Neoplatonismo incipiente: sugería un mundo de inteligibles más allá de la realidad sensible.

Jesús supo adaptar esas influencias a su mensaje, sin contradecir el monoteísmo radical judeo. De esta manera, ofreció a su generación una fusión única: profundidad sapiencial con compromiso social.

La transmisión y traducción de las escrituras

Los rollos de pergamino y papiro que circulaban en sinagogas y bibliotecas privadas solían copiarse a mano, lo cual implicaba rigurosos controles de exactitud. Los escribas especializados dedicaban años a aprender las leyes de la escritura, los sistemas de puntuación y las variantes de lectura. La gran pregunta era: ¿cómo garantizaban la fidelidad textual?


Algunas técnicas empleadas fueron:

  • Recuento de líneas y letras al final de cada libro para verificar integridad.
  • Sistemas de notas marginales que indicaban variantes de lectura.
  • Comparación con ejemplares custodiados en centros de estudio como Jerusalén o Jamnia.

Con la llegada de la diáspora judía al Mediterráneo, se multiplicaron las traducciones al griego, latín y arameo. La famosa Septuaginta (LXX) surgió en Alejandría, mientras que el Targum arameo facilitó el entendimiento del público popular. Es probable que Jesús, en sus enseñanzas, se refiriera tanto a la Biblia Hebrea original como a algunas lecturas tomadas del griego koiné.

La práctica de la lectura en alta voz –acompañada por música de flautas o arpas– reforzaba la memoración y promovía la retención de pasajes completos. Esa metodología sigue hoy vigente en tradiciones judías y cristianas, destacando la fuerza oral de los textos sagrados.

Relevancia de las enseñanzas para la sociedad actual

Las parábolas y preceptos que Jesús extrajo del acervo judío tienen un impacto inmediato en problemáticas contemporáneas: la lucha contra la desigualdad, la búsqueda de la paz social y la defensa de los derechos humanos. En Argentina, la legislación vigente –como la Ley de Protección Integral de Datos Personales y la Ley de Defensa del Consumidor– encuentra ecos en la proclamación de justicia y dignidad que subyace en los textos bíblicos.

Hoy, el estudio de los escritos que inspiraron al maestro de Nazaret aporta:

  • Un fundamento ético para la acción comunitaria.
  • Claves de diálogo interreligioso y multicultural.
  • Estrategias de lectura crítica para la interpretación responsable de la ley.

De esta manera, el legado de aquellas escrituras trasciende el ámbito meramente religioso y se convierte en un recurso valiosísimo para la construcción de una sociedad más justa y solidaria. Siguiendo el espíritu de la tradición viva, las comunidades actuales pueden revalorar la fuerza de los antiguos textos y adaptarlos a los desafíos de este 2025.

A través de la lectura y la experiencia comunitaria, las palabras que resonaron en las sinagogas de Judea siguen resonando en Buenos Aires, Córdoba, Rosario y cada rincón del país, inspirando proyectos sociales, movimientos de derechos humanos y diálogos intergeneracionales que apuntan hacia un futuro de fraternidad universal.